domingo, 19 de enero de 2014

VOLVER A LA PALABRA, VOLVER AL CUERPO.

La tendencia es que frente a una gran expresión se pierda vivencia interior. Cuando sube el nivel de metáfora en lo conceptual surgen nuevos riesgos en los signos. Aquello que el personaje tiene que expresar y que no está sujeto a las fórmulas expresivas de lo cotidiano.
Lo lingüístico marca un territorio de dificultad y condiciona una metodología de investigación.

Personajes cuyo discurso en nada se asemeja al de la vida cotidiana se ven sometidos a la necesidad de asumir una conducta física cotidiana como si la relación entre cuerpo y palabra no existiera.

Quiero decir que Shakespeare se defiende con otras armas que las de Chejov. Si negamos esta diferencia, negamos la singularidad del autor, y lo que es más, negamos esa otra opción formal de algo que hay que descubrir ensayando y que de antemano y antes de trabajar, no tenemos.

Se instala como paradigma un horizonte cercano pero horizonte al fin, de rupturas. Algo que no es copia ni reflejo y sin embargo no nos aleja de la condición humana en el ámbito de los contenidos aunque me obliga a investigar la forma en que se expresa.

Una ruptura que no es gratuita ni basada en sofisticar la conducta. El riesgo de la propuesta es suponer que todo vale. No es así.

Sabemos que la expresión no es realista aunque desconocemos la forma que adoptara la expresión que debemos obtener. Se rompe con lo realista y en muchas cosas la primera configuración debe ser realista para poder romper eso que se ha constituido. El primer edificio que hay que derrumbar para poder usar el material de derribo.

La ruptura en definitiva es gradual y que culmina siendo una metáfora alrededor de lo que inicialmente construimos. Nos otorgamos permisos en nombre de la expresión, de la teatralidad, de los signos externos. Sin embargo no son autorizaciones gratuitas para permitir grandilocuencia y pirotecnia vacía. El sentido de la verdad precede la tarea. Comprendemos los excesos cada vez con más precisión y los riesgos que asumimos son equilibrados.

¿Cuál es el momento adecuado para asumir una escena de estilo? Si de una intervención pedagógica hablamos detectar cuando el proceso impone algo es inherente a la responsabilidad de quien enseña. Si de un montaje se trata la búsqueda de una respuesta formal precederá cualquier investigación. Esa será la batalla de quien dirige. No someterse a un conocimiento previo al que le deben brindar los ensayos.

Ni un alumno en formación ni un actor ensayando quiere renunciar al equilibrio entre lo vivencial y lo formal. En todo caso el viejo litigio alrededor del sentido de la verdad precede y procede. Organiza y manda. También nos exige un procedimiento adecuado para no temer que en algún momento del proceso el exceso expresivo sea tan temido que impida la búsqueda.

Ese procedimiento debe incluir la fuerza con la que nos oponemos a que todo lo que a priori nos amenaza desde Shakespeare podamos convertirlo en un recurso técnico.

Una técnica para conocer que conduce a la expresión y no un conocimiento excesivo a priori que paraliza el conocimiento que debe estar basado en una práctica que va abriendo y consolidando caminos, tanto en los contenidos como en las formas.

Jorge Eines.


Tomado de: http://blog.jorge-eines.com/2014/01/06/el-actor-sabe/

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